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JUEVES 20 JUNIO 2019
ADULTOS MAYORESESTRÉS Y SALUD MENTAL
Todos
queremos vivir tantos años como sea posible. Y si nuestros deseos pudieran
cumplirse, quisiéramos envejecer con independencia física y mente lúcida.
Muchos lo logran, pero muchos otros sufren un enorme y progresivo deterioro
mental que, en última instancia, conlleva a la pérdida total de la identidad y
la memoria e incluso, de las facultades físicas más elementales. Es importante
diferenciar entre el simple envejecimiento y la demencia. ¿Cómo puedes saber
cuál es cuál? Encuentra aquí las señales para que puedas identificarla.
Con
seguridad conoces a alguna persona de la tercera edad que tiene la mente
perfectamente clara, a quien no se le olvidan ni los cumpleaños de la familia,
ni las historias y las anécdotas de toda una vida, ni las visitas al médico ni
el horario de las medicinas. ¡Qué envidia! Quizás es tu padre, tu tío o la
abuela. Y qué bueno que así sea. No todas las personas de la tercera edad
tienen la misma suerte.
Aunque
es perfectamente normal ir perdiendo concentración y memoria con el paso de los
años como parte del proceso normal de envejecimiento, del mismo modo, en
algunas personas es posible desarrollar un tipo de desgaste más profundo y
marcado, como la demencia senil, caracterizada por la pérdida y deterioro
progresivos de funciones mentales como la memoria, el conocimiento, el lenguaje
y la percepción, al punto de que llegue a interferir seriamente con las
actividades de la vida diaria y que llegue a culminar en el olvido total de uno
mismo y en la pérdida de todas las facultades físicas.
Es
difícil determinar cuándo el simple deterioro cognitivo leve se transforma en
algo más destructivo e irreversible como la enfermedad de Alzheimer u otro tipo
de demencia, como la demencia con cuerpos de Lewy. Salvo en casos aislados,
casi siempre se presenta después de los sesenta, así que es importante empezar
a observar a los adultos de la familia mayores de esa edad (abuelos, padres,
tíos, o incluso, el propio cónyuge) para detectar las primeras señales de la
misma.
Entre
los primeros síntomas de la demencia se encuentran:
1. A
la persona se le hace difícil realizar tareas que impliquen concentración y
razonamiento y que antes llevaba a cabo sin problemas (balancear una chequera o
hacer los pagos del hogar o tomar decisiones).
2.
Se pierde en lugares conocidos o se desorienta en rutas que utiliza
regularmente.
3.
Tiene dificultad con el lenguaje, como encontrar el nombre adecuado para
objetos de uso corriente, o para recordar nombres o palabras.
4.
Pierde interés en actividades que disfrutaba anteriormente.
5.
Tiene cambios de personalidad y de humor así como apatía y pérdida de interés
general ante la vida.
El
primer paso que debe tomar la familia es consultar con un especialista
(neurólogo). Si se confirma que la persona padece de demencia, es necesario
comenzar cuanto antes un tratamiento que mejore los síntomas y retrase, en lo
posible, su avance, generalmente a base de medicamentos como Exelon y ciertos
inhibidores de colinesterasa. El segundo paso consiste en proporcionar el grado
de apoyo y cuidado que necesite el paciente según vaya progresando la
enfermedad: desde supervisión de la toma de sus medicamentos hasta compañía,
para evitar que se pierda incluso en los sitios que visita con más frecuencia.
En un entorno familiar en el que se sienta seguro y protegido y con una rutina
predecible, podrá superar las primeras etapas de la demencia.
Desafortunadamente,
la demencia empeora progresivamente. Los síntomas comenzarán a agravarse y
serán más obvios hasta el punto que impidan que la persona pueda valerse por sí
misma. Entre las señales de esta nueva etapa están las siguientes:
Cambia
sus patrones de sueño. Es posible que se despierte varias veces durante la
noche.
Se
le dificulta cada vez más llevar a cabo tareas básicas como preparar las
comidas, escoger la ropa y vestirse o conducir.
Se
le olvidan detalles de su historia familiar o incluso de su propia vida y va
perdiendo conciencia de sí mismo y de los eventos a su alrededor.
Podría
tener alucinaciones y conducta agresiva.
Podría
sentirse agitado, ansioso y/o deprimido.
Podría
perder la capacidad de detectar y reconocer situaciones peligrosas.
Habla
en oraciones que no tienen sentido, usa incorrectamente palabras o las
pronuncia incorrectamente.
Se
retrae de su entorno social y familiar.
En
su etapa más avanzada, la persona necesitará mucha más ayuda, incluso para
actividades tan básicas como comer y evacuar. Puede que llegue el momento en
que su cuidado requiera el traslado a un centro especializado porque ya la
familia no es capaz de cuidarlo eficientemente.
La
demencia es una de las enfermedades más difíciles de enfrentar, tanto por el
enfermo como por la familia, ya que implica la pérdida gradual de la
personalidad. Es triste que personas queridas no nos reconozcan. Más difícil
aún es olvidarse de quien es uno mismo, o sentirse solo, abandonado aún rodeado
de personas allegadas, incluso el propio cónyuge.
Lo
que sí está en tus manos es identificar las señales para buscar ayuda lo antes
posible. No des por sentado que se trata de los cambios que vienen con la edad.
Si tienes sospechas que podría tratarse de demencia, busca ayuda profesional
para determinar si se es el caso o no. Y siempre, bríndale compañía, amor y
respeto a la persona que la padezca en todo momento.
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