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VIERNES 25 MAYO 2018
“Nivel III del SNI, ha enfocado su trabajo en indagar la
relación del arte con la sociedad en los siglos XVII a XIX, en la ciudad de Puebla”
“Puebla,
ciudad episcopal” es un seminario ideado por Montserrat Galí Boadella,
profesora investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades
“Alfonso Vélez Pliego”. Dicho espacio analiza y cuestiona el tratamiento
histórico que se ha hecho de la ciudad de Puebla. De ser considerada una
“ciudad de españoles”, se pasa a proponerla como una ciudad multiétnica, en la
que los españoles eran minoría y los indios y mestizos mayoría; una comunidad
articulada a su vez no solo por el cabildo civil, sino principalmente por la
estructura religiosa. Una estructura determinada por su carácter episcopal. De
ahí, la idea de ciudad episcopal, cabecera de un rico y dilatado obispado.
La
académica, nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), ha enfocado
su trabajo en indagar la relación del arte con la sociedad en los siglos XVII a
XIX, en la ciudad de Puebla. Historiadora del arte con formación en España,
Alemania, Croacia y México, se ha desempeñado en instituciones como la UNAM, el
Museo Universitario del Chopo y la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
entre otras.
Su
vocación por la investigación se apoya en una tradición familiar, pero sobre
todo, en su curiosidad por entender al ser humano en el contexto de su sociedad
y su momento histórico. De todas las manifestaciones, la que más le atrae es la
que se relaciona con la capacidad creativa y artística.
Montserrat
Galí es una mujer apasionada por Puebla. Su relación con la ciudad se remonta
antes de que se estableciera definitivamente aquí, hace ya casi 25 años. Hija
de exiliados catalanes que llegaron a México tras la Guerra Civil Española,
cursó su licenciatura en la Universidad de Barcelona.
No obstante que su intención era regresar al
país que recibió a sus padres, decidió elegir un tema de tesis que pudiera
estudiar a la distancia y que interesara por igual en Barcelona y en México.
Así, optó por estudiar al artista aragonés Pedro García Ferrer, cuyas
principales obras están en la Catedral de Puebla. Dicho personaje, quien llegó
a la entonces Nueva España con Juan de Palafox y Mendoza, en el siglo XVII,
diseñó la cúpula y el tabernáculo barroco del inmueble, además de pintar seis
lienzos para la decoración de la Capilla de los Reyes.
La
historia del arte le permitió unir sus dos principales intereses: la historia y
el arte. De forma paralela estudió guitarra en el Conservatorio de Barcelona y,
más tarde, flauta en Alemania. Esto le permitió dar clases de música desde los
16 años y comenzar una trayectoria docente que no se ha detenido hasta la
fecha.
Tras
obtener el grado de licenciatura, viajó a Yugoslavia -hoy Croacia- en los años
70 y se matriculó en la Maestría en Comunicación Visual, impartida por la
Universidad de Zagreb. La razón por la cual eligió aquella casa de estudios se
debe a una profesora cuyas investigaciones sobre historia del arte era
realizadas desde perspectivas como la Hermenéutica y la Semiótica, novedosas
para la época, aunque bastante avanzadas en la Europa del Este.
En
comparación con México, reconoce que existía un gran desfase entre las
investigaciones realizadas por aquellos años en países como Yugoslavia y
México: mientras aquí en la historia del arte estaba de moda el marxismo, en
Croacia se abordaba el arte desde la Semiótica y las teorías de la
comunicación. “En este momento la diferencia de escuelas entre países ya
prácticamente no existe, gracias a la rápida circulación e intercambio de
ideas”, afirma Montserrat Galí.
El
camino de la investigación
“Considero
un privilegio poder dedicarme a la investigación en el Instituto de Ciencias
Sociales y Humanidades de la BUAP, ya que la investigación es la actividad que
más me gusta. Ambas, la docencia y la investigación, deben combinarse, ya que
una y otra se retroalimentan. En todas las naciones es importante la
investigación en todas las áreas, pero en los países en desarrollo es vital. En
México, por ejemplo, con una sociedad tan compleja y una cultura tan amplia y
diversa, resulta fundamental para enfocar adecuadamente las políticas
educativas y sociales. Es importante conocer quiénes somos, de dónde venimos y
hacia dónde queremos caminar como sociedad”, afirma.
Al
llegar a México, esta vocación la llevó a ingresar al Doctorado en Historia del
Arte en la UNAM, en 1990. A la par, se incorporó a casas de estudio como la
Universidad Anáhuac y la Iberoamericana, por una parte. Durante el tiempo que
vivió en la Ciudad de México desarrolló proyectos culturales vinculados a la
universidad y a la docencia.
Tras
integrarse a la Escuela Nacional de Antropología e Historia como profesora y
encargada de Publicaciones y Difusión Cultural, fundó en 1981 el Premio de
Fotografía Antropológica. “Con las fotografías que llegaban se formó un archivo
de fotografía antropológica que actualmente continúa en la ENAH”, destaca.
De
entre los recintos culturales de la capital del país, confiesa que se sentía
especialmente inclinada por el Museo Universitario del Chopo, al cual llevaba
regularmente a sus dos hijas a ver al grupo de teatro infantil Serendipity. “Un
día por casualidad me llamaron y me preguntaron si quería ser directora del
Chopo, lo cual parecía como una broma”, narra entre risas.
Después
de aceptar la invitación, dirigió el recinto museístico de 1989 a inicios de
1994, periodo que ella considera una experiencia interesante dado las labores
que implica el trabajo con artistas que aún están vivos. Sin embargo, reconoce
que la experiencia más interesante del Chopo fue trabajar con colectivos como
los punks, los artistas alternativos de Ciudad Nezahualcóyotl y los grupos
lésbico-gays; de la misma manera, formar talleres -entonces pioneros- de la
tercera edad y convertir al museo en un centro vinculado al barrio.
La
relación que entabló en estos años con el Instituto de Investigaciones
Estéticas le permitió, más tarde, concertar una colaboración académica entre la
UNAM y la BUAP. Mediante un convenio entre ambas universidades, el Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” -al cual se integró como
profesora investigadora en 1994- ofertó durante seis generaciones la Maestría
en Historia del Arte de la UNAM.
Este
hecho, de acuerdo con la investigadora, resultó en más de 50 graduados y más de
40 tesis dedicadas al estudio de la historia del arte en Puebla. “Son alrededor
de 50 investigaciones sobre el arte poblano que no existían. Yo pienso que fue
un buen resultado, en definitiva. Podemos decir que creamos, de alguna manera,
una escuela de historia del arte en Puebla”.
“No
hemos entendido que la historia del arte es importante”
Respecto
a la disciplina de la historia del arte, Montserrat Galí destaca que es una
profesión que debe reinventarse a la par de la sociedad cambiante, tanto su
función como en los nichos de acción en los cuales se encuentra. “Hay áreas
donde el historiador del arte tiene mucho que decir; por ejemplo, en el área de
la restauración. Tendríamos que pelear que cualquier empresa de restauración,
de la misma manera que debe tener un arquitecto que esté habilitado y que tenga
el permiso para dirigir una obra, tenga un historiador del arte”.
Otra
de las grandes áreas de acción de los historiadores del arte es el turismo.
Cuando las personas visitan ciudades como Puebla, menciona la académica, lo
hacen por el arte y la cultura que se vive en ellas. “Haciendo folletos de
calidad, desarrollando programas de difusión, poniéndose en contacto con
empresas que organizan viajes, los historiadores del arte pueden ocupar estos
espacios y brindar servicios de calidad”.
Finalmente,
“hay una parte de divulgación de la historia del arte que se está dejando en
manos de aficionados”, asevera. Por ello, la coordinadora del Seminario
“Puebla, ciudad episcopal”, señala que la divulgación de la cultura es una
actividad que debe realizarse con rigor. En la medida en que la sociedad sea
consciente del valor del patrimonio que resguarda, será capaz de protegerlo;
sin embargo, aún “no hemos entendido que la historia del arte es importante”.
Sobreviviente
de una universidad humanística
Al
hablar de la protección y cuidado con el cual debe contar un patrimonio tan
vasto y rico como el poblano, Galí Boadella señala a la educación como uno de
los factores primordiales: “el tema del patrimonio también se tendría que
trabajar en las escuelas, porque sin eso no hay identidad; sin identidad, no
hay cohesión, no hay solidaridad, no hay sentido de pertenencia”.
“Pienso
que la universidad pública es necesaria, especialmente en países como México,
por razones bastante obvias: somos un país en el que el acceso a la universidad
es difícil para la mayoría, y solo la enseñanza pública ofrece esta
posibilidad, pero también porque la enseñanza pública es una garantía de
pluralidad y libertad, dos valores absolutamente necesarios en la actualidad”,
afirma.
Por
ello, subraya que es responsabilidad de la universidad formar a profesionales
que estén conscientes de su papel en la sociedad y se comprometan con ella. Más
allá de la vinculación empresarial para el desarrollo de tecnología, cuestiones
políticas, como la defensa de los derechos humanos, son puntos clave que deben
estar presentes en la formación de los estudiantes. “Sin derechos humanos y sin
educación democrática, no hay futuro en México”, sentencia.
Dada
la importancia de estos temas, considera preocupante el desplazamiento
paulatino que las humanidades sufren en ámbitos académicos. “Las humanidades se
consideran totalmente prescindibles. En Europa se ha cerrado una gran cantidad
de programas de estas áreas Es un problema mundial, no digo que solo sea de
México”.
Por ello, no duda en asegurar: “Pronto, muy
pronto, vamos a ser sobrevivientes de una universidad humanística”.