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MIERCOLES 30 OCTUBRE 2019
Las
amígdalas y las adenoides son un tema recurrente en la salud de los niños. Que
si duelen, que si se inflaman, que si hay que operarlas. ¿De qué se trata todo
esto? Sigue leyendo para que aprendas más sobre las amígdalas y las adenoides y
te enteres de cuándo y por qué hay que sacarlas.
Cuando
Luisa oye la palabra amigdalitis, la asocia con una pesadilla. Su hijito de 7
años tiene infecciones recurrentes en las amígdalas (anginas) y ahora el médico
le ha recomendado operarlo para sacárselas, pues todos los tratamientos para
evitar que tenga infecciones no han sido efectivos.
De
tantas infecciones que ha tenido, Luisa se interesó mucho en aprender sobre las
amígdalas. ¿Para qué sirven? ¿Qué es la amigdalitis? ¿Cuándo se tienen que
extirpar o sacar? ¿Cuál es la diferencia entre amígdalas y adenoides? Apuesto a
que tienes las mismas preguntas rondando por tu cabeza.
¿Qué
son las amígdalas y las adenoides?
Para
empezar, las amígdalas son una masa de tejido linfático que se encuentran
detrás de la lengua, a ambos lados de la garganta o faringe (cuando abres la
boca y haces “aaa” las puedes ver justo en la entrada de la garganta). Las adenoides, por su parte, cumplen la misma
función pero se encuentran en la parte superior de la garganta, detrás de la
nariz, por encima del paladar blando. Sirven para retener las bacterias y los
virus que entran a la garganta y las vías respiratorias. Además producen
anticuerpos para combatir las infecciones. Parece irónico entonces, que ellas,
que están destinadas a proteger al cuerpo de ciertas enfermedades, terminen
siendo víctimas de esas mismas infecciones. Son como un soldado herido que
queda entonces fuera de combate.
La
inflamación de las amígdalas o la amigdalitis, la cual se presenta con
frecuencia, es causada por una infección que puede solucionarse por sí misma o
puede tratarse con antibióticos. En algunas ocasiones, las amígdalas y las
adenoides se pueden inflamar sin que el niño(a) tenga ningún síntomas y así
como se inflaman (hinchan), vuelven rápidamente a su normalidad.
Sin
embargo, no todos los niños tienen igual suerte y algunos padecen de síntomas e
infecciones recurrentes, que requieren antibióticos y que hacen que la única
solución sea la cirugía para extraer las amígdalas, las adenoides o ambas.
Generalmente hay ciertas razones por las cuales el especialista puede
recomendar una operación.
¿Cuándo
se require cirugía para extraer las amígdalas o las adenoides?
El
médico puede recomendar cirugía de las amígdalas, de las adenoides o de ambas
en el caso de que el niño o niña sufra de:
Problemas
para tragar debido a la inflamación (hinchazón) de las amígdalas
Dificultad
para respirar normalmente (es decir, que lo hace a través de la boca y no de la
nariz)
Interrupción
en el sueño que incluye ronquidos y dificultad para respirar (en ocasiones les
causa apnea del sueño)
Infecciones
recurrentes en las amígdalas (mínimo 7 episodios en un año, o mínimo 5
episodios cada año por dos años, o tres episodios cada año por dos años)
Infecciones
recurrentes en el oído y sinusitis que no responden al tratamiento con
medicamentos
Ganglios
linfáticos inflamados debajo de la mandíbula que duren por lo menos 6 meses y
no se desinflamen con antibióticos
Adenoides
que crecen al punto de afectar el habla e interfieren con el crecimiento normal
de la cara.
A
pesar de que la amigdalectomía (que es la operación en la que se quitan las
amígdalas) es la segunda cirugía que se realiza con mayor frecuencia en los
niños después de la cirugía para colocar los tubos en los oídos para la
prevención de las infecciones en los oídos, actualmente se operan menos niños
que en el pasado en todo el mundo. El criterio para operar es más estricto. Sin
embargo, si tu hijo(a) necesita la operación, los beneficios son enormes. El
sacar las amígdalas no significa que tu hijo(a) no podría tener dolor de
garganta en el futuro, todavía puede contraer catarros o gripes con dolor de
garganta, pero será diferente.
La
cirugía para extraer las amígdalas (amigdalectomía) y/o las adenoides
(adenoidectomía) es corta, por lo general dura alrededor de 30 minutos a 1
hora, pero requiere anestesia general. La recuperación tardará una semana o más
y estará acompañada de molestias para comer y beber. Sin embargo con algunos
medicamentos para el dolor que te recomendará el médico, mucha paciencia y
amor, tu hijo(a) se recuperará pronto y podrá regresar a sus actividades y a
sus juegos.
Última
revisión: 2019
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