NOTICIAS TEZIUTLÁN "LA PURA VERDAD"
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MIERCOLES 28 NOVIEMBRE 2018
DOCTORA ALIZA
POSTED IN EJERCICIO, VIDA SALUDABLE
El sedentarismo es pésimo para la salud, pero exagerar la cantidad o la
intensidad del ejercicio puede perjudicar tanto tu bienestar físico como
emocional. Como siempre decimos: la moderación es la clave – hasta en el
gimnasio.
La actividad física regular y/o la práctica de un deporte son piezas
fundamentales de una vida saludable. En nuestras
columnas siempre enfatizamos la importancia de realizarlos, a cualquier edad,
por diferentes razones: para prevenir las enfermedades cardiovasculares, el
sobrepeso y la obesidad, tonificar el cuerpo, agilizar la mente, reducir la
tensión y el estrés, y hasta para dormir mejor. Muchos consideran al ejercicio
como la fuente de la eterna juventud, y no están equivocados. Pero como todo en
la vida, si se lleva a un extremo, puede perjudicarte.
¿Qué se considera “demasiado” ejercicio? Depende. Un atleta profesional
por supuesto requiere más horas de entrenamiento con exigencias específicas.
Otra persona, por ejemplo, puede proponerse ciertas metas en relación a su
cuerpo: perder peso, afinar la cintura, reducir los muslos o tonificar los
glúteos (o todo lo anterior), por lo que dedica más tiempo a sus rutinas en
casa o en el gimnasio para lograr su objetivo en un plazo de tiempo
determinado. Pero no me refiero a estos
casos.
Para la mayoría de las personas, una media hora de ejercicio moderado es
suficiente para obtener grandes beneficios para la salud, como controlar la
diabetes. Sin embargo, los que se
obsesionan con los ejercicios, querrán dedicarles, por ejemplo, dos horas
diarias pensando erróneamente que así estarán cuatro veces más saludables. Y
los harán a pesar de las inclemencias del tiempo, si se sienten adoloridos o
cansados, incluso, sacrificando su vida familiar o social. ¿Se trata entonces
de una especie de adicción, como a ciertos medicamentos, la comida o las
drogas? Es posible que las personas que realizan ejercicios de manera
compulsiva compartan ciertos patrones psicológicos con otros adictos, como la
necesidad imperiosa de controlar y
dominar las situaciones. Además, derivan
gran parte de su autoestima del desempeño en el gimnasio o en el campo de
juego.
¿Por casualidad es ésta tu actitud, o de algún miembro de tu familia,
ante los ejercicios? Las señales que encontrarás a continuación te ayudarán a
determinar si estás realizando ejercicios de forma compulsiva:
No disfrutas al hacer ejercicio, más bien se convierte en una obligación
Te fuerzas a entrenarte aunque no te sientas ni con ánimo, ni te sientas
bien físicamente
Calculas cuanto ejercicio necesitas hacer de acuerdo con lo que has
comido o con lo que vas a comer
Sientes estrés o ansiedad si te saltas una sesión de ejercicios
Te ejercitas siempre a tu nivel máximo de resistencia
En lugar de compartir con la familia, dedicas ese tiempo a hacer
ejercicio
Prefieres ir al gimnasio a disfrutar un rato con los amigos
Otra señal importante que podría delatar una posible compulsión es
sentirte continuamente cansado(a), agotado(a) y con falta de energías, tener
dolor en los músculos y en las articulaciones, insomnio, irritabilidad, dolores
de cabeza, disminución del apetito o una disminución marcada en tu nivel de
desempeño deportivo habitual. Todo eso cae dentro en lo que se denomina
“síndrome de entrenamiento excesivo”.
¡Qué contradicción! El ejercicio que realizas para sentirte más saludable
y hacerte lucir mejor entonces perjudica tu salud. Estas son algunas de las consecuencias del
ejercicio excesivo:
Lesiones en las articulaciones y ligamentos
Problemas musculares y articulares por la falta de recuperación entre una
sesión de ejercicios y la siguiente
Fracturas por estrés (presión) sobre los huesos
Ausencia de la menstruación (en las mujeres)
Alteraciones en tu patrón del sueño
Aumento en la incidencia de arritmias (fibrilación auricular) y ataques
al corazón
Depresión, agitación y angustia al reducirse la producción de endorfinas,
las hormonas del “bienestar”
No me malinterpretes. No se trata de que dejes de ejercitarte. Al
contrario, tu compromiso con la actividad física es algo muy bueno, pero
siempre que lo mantengas dentro de los límites normales. Evita los excesos que
solamente dañarán a tu cuerpo. Corre, nada, levanta pesas, juega
tenis….Cualquiera que sea la actividad que realices, procura que te proporcione
diversión y no sacrifiques tu vida social o familiar por ella más allá de lo
razonable. Recuerda: la moderación es la clave, ¡hasta en el ejercicio!