NOTICIAS TEZIUTLÁN "LA PURA VERDAD"
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VIERNES 4 OCTUBRE 2019
Violencia
física: comprende el uso de fuerza física o el uso de armas en ataques que
lesionan o hieren, entre ellos: golpear, patear, halar el pelo, morder, tirar
ácido o cualquier otro tipo de sustancias peligrosas, quemar ó atacar con armas
y objetos. Como consecuencia de la violencia física se pueden presentar
lesiones, discapacidades y –en casos extremos- hasta la muerte.
Violencia
psicológica o emocional: incluye amenazas de violencia física o sexual y/o de
abandono; también abuso verbal como humillaciones, insultos, críticas
constantes, acusaciones y atribuciones de culpa. Hacer caso omiso de la
persona, no prestarle suficiente atención a sus necesidades o ridiculizarlas
también son maneras de ejercer violencia psicológica, así como controlar lo que
una persona puede o no puede hacer. Como consecuencia de este tipo de
violencia, el o la afectada pueden sufrir de baja autoestima, ansiedad y
depresión o puede abusar del consumo de drogas y/o alcohol.
Violencia
sexual: este tipo de violencia, que es poco denunciada, se presenta cuando se
obliga a algún miembro de la familia (por lo general al conyugue) a tener sexo
en contra de su voluntad. Como consecuencia de la violencia sexual se pueden
producir enfermedades de transmisión sexual, problemas ginecológicos, embarazos
no deseados, complicaciones del embarazo, aborto espontáneo, aborto provocado
en condiciones de riesgo o problemas sexuales. El abuso sexual en las menores
puede llevar a serios problemas emocionales al llegar a ser adultas.
Las
diferentes formas de violencia están interrelacionadas y suelen ocurrir
combinadas (por ejemplo: violencia física y psicológica; ó violencia física y
sexual) durante una agresión.
Una
encuesta nacional realizada en Estados Unidos en 1998, a 1,821 mujeres, reveló
que cerca de la mitad de las encuestadas (44 por ciento), que tenían entre 18 y
64 años, sufrieron por lo menos un episodio de violencia en su vida. De ese
porcentaje de mujeres, el 18 por ciento fue víctima de agresión física o sexual
durante la niñez. Cuando esas mujeres llegaron a la edad adulta, el 19 por
ciento sufrió agresión física; el 20 por ciento, sexual; y el 35 por ciento,
psicológica o emocional.
Diferentes
estudios han demostrado que quienes han sido víctimas de violencia en la
infancia, tienen mayor riesgo de tener relaciones violentas cuando son adultas,
bien sea con un rol de víctimas o de agresores. Otros estudios demuestran que
el simple hecho de ser testigos de la violencia afecta la salud mental de los
niños.
Síntomas
de la violencia doméstica
Descubrir
a una persona que está siendo víctima de violencia requiere tiempo y una gran
capacidad de observación, por parte de terceros, del estado físico y de las
conductas asumidas por el afectado.
El
aceptar esta condición, puede ser difícil incluso para la misma víctima a quien
le puede costar trabajo distinguir las conductas del agresor que constituyen
violencia, especialmente psicológica y sexual.
Sin
embargo, los indicios que pueden reflejar que posiblemente una persona es
víctima de violencia doméstica son:
Lesiones
visibles como ojos morados, contusiones (golpes recibidos en alguna parte del
cuerpo que se hacen visibles por la inflamación, cambio en el color de la piel
o dolor en la zona afectada) o fracturas de huesos y explicaciones variadas
sobre el origen de las mismas.
Control
absoluto sobre las actividades que realiza el afectado y sobre los lugares en
donde se encuentra o por donde se debe mover.
Ansiedad
o nerviosismo después de cada conversación que se sostiene con el agresor o
angustia permanente de que éste encuentre a la víctima fuera de un ámbito
determinado.
Insultos
y humillaciones frecuentes, incluso delante de los familiares o amigos de la
víctima; o, por el contrario, ignorar por completo las ideas, sugerencias o
propuestas de otro miembro de la familia.
Incapacidad
para tomar decisiones por sí mismo y necesidad absoluta de contar con
aprobación del agresor en cada actividad o rumbo que asuma.
La
ansiedad, la depresión, el aislamiento, las alteraciones del sueño, los
trastornos alimenticios e incluso la desnutrición pueden considerarse síntomas
de violencia doméstica.
El
abuso en el consumo de drogas o alcohol, la manifestación del deseo de
suicidarse, o los intentos de hacerlo.
Causas
de la violencia doméstica
Abordaremos
las causas de la violencia desde la perspectiva de la víctima que – por
diferentes motivos- permite que sobre ella se produzcan todo tipo de agresiones
físicas, emocionales y/o sexuales.
Dependencia
económica: se produce cuando pese a la violencia que un miembro de la pareja
ejerce sobre otro, se le permite continuar con las agresiones por temor a que
deje de proveer el dinero para comer, para pagar la cuota de vivienda o el
estudio de los hijos.
El
abuso del alcohol y de las drogas agrava el patrón de violencia. Los individuos
que tienen adicciones a alguna de estas sustancias tienen mayores
probabilidades de cometer actos de violencia contra su pareja o sus hijos.
Tolerancia
cultural: en algunas sociedades existe una tolerancia general de la violencia,
con base en una idea de “dominio natural” que uno de los miembros de la pareja
debe tener sobre el otro. Esta tolerancia cultural también puede deberse a normas
de género según las cuales el hombre tiene superioridad sobre la mujer y, por
esa sola razón, está en todo su derecho de agredirla.
La
aceptación de la violencia como una forma de resolver conflictos maritales o
entre padres e hijos suele ser una de las causas de la violencia doméstica. En
ocasiones, la víctima ama a su pareja y cree que con el tiempo la violencia
puede disminuir.
Prevención
y tratamiento
La
violencia dentro de la esfera doméstica suele considerarse como un “asunto
privado”, que no se debe tratar fuera del hogar. Pero para superarla, es
necesario, en la mayoría de los casos, acudir a terceros que contribuyan a
mejorar las relaciones familiares o, en caso de ser necesario, a ponerle fin a
los malos tratos.
La
mejor manera de prevenir la violencia doméstica es acudiendo al diálogo como
forma de resolver las diferencias, de negociar las reglas que deben regir las
relaciones entre los miembros de una familia y establecer los patrones de
conducta para un hogar.
Pero
cuando esté comprobado que el diálogo no es el camino para prevenir o tratar
las agresiones, las alternativas son:
Buscar
ayuda psicológica (para la pareja o a nivel individual) o terapias de grupo
cuyo trabajo principal consiste en descubrir y atacar las causas de los
conflictos; ó de elevar el nivel de autoestima del afectado y de hacerle
descubrir por sí mismo las capacidades que tiene o puede desarrollar para
procurarse, sin la presencia del agresor, una vida digna y sin violencia.
Si las acciones violentas
son constantes y la vía anterior no produce resultados, en Estados Unidos
puedes llamar al National Domestic Violence Hotline (tel: 1-800-799-safe
[7233]), en donde te ayudarán a establecer un plan de seguridad o te indicarán
a dónde acudir para encontrar ayuda en la zona en la que vives. También los
encuentras en línea aquí: http://espanol.thehotline.org. Hay organizaciones
similares en casi todos los países.