DOCTORA ALIZA
Hay experiencias de la infancia que quedan grabadas para toda la vida, y cuando son traumáticas, incluso hasta pueden repercutir en la salud durante la adultez. Un nuevo estudio ha encontrado que haber tenido una niñez difícil podría aumentar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular. Descubre más detalles en este artículo.
La infancia es una de las etapas más maravillosas en la vida de las personas, pero en algunos casos, puede ser también la más traumática. Desafortunadamente, muchas veces esos primeros años que son determinantes en el desarrollo no sólo físico sino emocional de la persona, están marcados por la violencia y el temor, y las marcas pueden durar toda la vida y hasta convertirse en enfermedad una vez que se llega a la edad adulta.
Un grupo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Rush, en Chicago, en Estados Unidos, ha encontrado que quienes sufrieron un nivel moderadamente alto de “negligencia emocional” en la niñez tenían tres veces más riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o ACV que quienes experimentaron niveles moderadamente bajos de dicho tipo de negligencia.
Para llegar a estos resultados, que fueron publicados en la edición en línea del 19 de septiembre de la revista Neurology, los investigadores encuestaron a más de mil participantes a partir de los 55 años, para evaluar el abuso físico y emocional que habían sufrido antes de los 18 años, y los siguieron por más de tres años.
Específicamente, les preguntaron si se habían sentido amados por sus padres o cuidadores y les pidieron que recordaran si alguna vez se habían sentido con miedo (atemorizados) o intimidados o si los habían castigado con algún objeto, como por ejemplo, un cinturón. Además, les consultaron sobre el divorcio y las necesidades económicas.
Luego de evaluar los datos obtenidos, los investigadores encontraron que la relación entre la negligencia emocional en la niñez y un riesgo posterior de ACV se había mantenido, incluso cuando tomaron en cuenta otros factores como la diabetes, la actividad física, el tabaquismo, la ansiedad y los problemas cardiacos.
De todos modos, los investigadores aclaran que esto ni indica que el trauma infantil sea la causa del ACV y que todavía es necesario contar con más investigaciones sobre este tema para conocer y profundizar más sobre este posible vínculo.
El ACV se produce cuando por algún motivo la sangre no llega al cerebro y éste deja de recibir el oxígeno que necesita para poder funcionar correctamente. Existen dos tipos de accidentes vasculares cerebrales. El más común es el llamado ataque cerebral isquémico, causado por un coágulo de sangre que bloquea un vaso sanguíneo en el cerebro (ya sea porque se formó allí y se llama ACV trombótico o trombosis cerebral o porque viajó de otro lugar, este se llama ACV embólico o trombosis cerebral) . El otro es llamado ataque cerebral hemorrágico y se produce por la ruptura de un vaso sanguíneo que sangra dentro del cerebro. Por su parte, los “mini-derrames cerebrales” o ataques isquémicos transitorios, ocurren cuando la circulación de la sangre al cerebro se interrumpe brevemente.
Hoy en día, esta condición puede afectar tanto a los hombres como a las mujeres, y en cualquier caso se trata de una situación de emergencia que debe ser tratada de inmediato, ya que las consecuencias de un episodio como éste -al igual que las de un trauma infantil- pueden durar toda la vida. Por eso, es muy importante que aprendas a distinguir y a detectar las señales de un ACV.
Entre ellas, las que siguen suelen darse de un momento a otro y sin motivo aparente:
Adormecimiento o debilidad en un lado de la cara
o caída facial.
Adormecimiento o debilidad en un brazo o una pierna, especialmente de un lado del cuerpo.
Confusión y dificultad para hablar o entender.
Dificultad para ver con uno o ambos ojos.
Dificultad para caminar, mareo o pérdida de equilibrio o de la coordinación.
Dolor de cabeza severo y repentino sin causa
conocida.
Las experiencias traumáticas en los niños pueden dejar secuelas (consecuencias) físicas y emocionales. Por eso es importante respetar sus derechos e ideas y promover que se desarrollen de una manera saludable. Y si por esas cosas de costumbres o cultura no has tenido una infancia sencilla, recuerda que siempre puedes hacer algo para sanar las heridas y, sobre todo, tratar de no repetir lo mismo con tus propios hijos, pues ellos necesitan que les des lo mejor de ti y recibir todo ese afecto que sólo tú puedes darles.