DOCTORA ALIZA
Es la ley de la vida: el tiempo pasa, los niños crecen y los padres, en algún momento, vuelven a estar solos. ¿Qué hacer entonces? Muchas personas tienden a deprimirse, sienten que les falta algo y les sobra tiempo, pero todo sigue después de que los hijos dejan el hogar. Adaptarse puede llevar un tiempo, pero verás que antes de que te des cuenta, ya todos estarán felices con su nuevo estilo de vida.
Hace mucho tiempo existía un dicho que decía: “Ay, Dios, ¿cuándo seremos dos?” Y reflejaba la sensación que muchas veces tienen los padres cuando están cansados de correr de aquí para allá con sus pequeños, y añoran esos años de noviazgo en los que existían sólo el uno para el otro.
Sin embargo, cuando los niños crecen y llega la hora de que el último (o el único) deje el hogar, por ejemplo, para ir a estudiar a la universidad, parece que los padres se han olvidado de aquellos años de pareja y no saben qué hacer, tal parece que sobran los momentos de silencio y soledad.
Así, algunos no pueden dejar de llamar a sus hijos que están lejos, otros no saben con qué llenar su tiempo o sienten que no tienen nada que hacer. Esta situación, bastante común, es la que algunos llaman “el síndrome del nido vacío”. ¿Te está pasando algo parecido? Pues en ti está ver las cosas de otro modo. Fíjate que éste puede ser un momento maravilloso en la vida familiar, que les permitirá a los padres recuperar los espacios de pareja y otras actividades que tenían abandonadas.
Al mismo tiempo, también es un momento ideal para fortalecer el vínculo con los hijos que ya están grandes y, aunque a la distancia, pueden seguir participando de las decisiones familiares, incluso trayendo nuevas ideas y formas de resolver situaciones.
En este sentido, si bien es importante conservar algunas tradiciones familiares, también es significativo que le des lugar a la creación de nuevos hábitos, a medida que la relación con tus hijos se va volviendo más adulta.
¿Los extrañas tanto o te sientes tan vacío que te parece imposible volver a estar bien? Tranquilo(a) no te desesperes. Todo es cuestión de tiempo y ésta no es la excepción, pues para adaptarse a la nueva vida todos, padres e hijos, deberán atravesar un período de cambios y evolución. Sé paciente contigo mismo(a).
Es posible que al principio resulte más difícil adaptarte. Pero no por eso hay que darse por vencido. Encontrarse con personas o amigos que estén pasando por la misma situación y con quienes puedas hablar sobre tus sentimientos, puede ayudarte a vencer esa sensación de pérdida que tal vez te esté invadiendo. Salir a cenar o ir al cine con amigos también puede ser alentador.
Otras posibilidades incluyen inscribirse en alguna clase o volver a ese pasatiempo que habías abandonado mientras los niños crecían. Y por supuesto, aprovecha el momento para volver a encontrarte con tu pareja y buscar actividades, espacios o momentos compartidos.
Mientras vas rearmando tu vida, trata de no hacer grandes cambios como vender la casa familiar, al menos en el período inicial, ya que este proceso les llevará tiempo a los padres y a los hijos y todos se beneficiaran si mantienen cierto sentimiento de estabilidad entre tantos cambios.
Del mismo modo, retrasar la renovación de la habitación de tu hijo o hija puede ser muy bueno para él o ella, pues incluso los jóvenes independientes agradecen volver a un ambiente conocido cuando se sienten solitarios o extrañan su lugar.
Recuerda que para ellos también es una etapa de cambios en la que atravesarán buenas y malas experiencias que, aunque quieras, posiblemente no puedas evitar.
Por eso, lo mejor es seguir acompañando a tus
hijos en este proceso y ver a esta etapa de cambios como una oportunidad para
progresar y para seguir creciendo juntos. Después de todo, el fin de una etapa
es el comienzo de otra que no será mejor ni peor sino simplemente distinta y no
por eso menos gratificante.