Los
estudios de investigación relacionados a las vacunas contra el COVID-19 están
avanzando a un paso sin precedente. En la primera parte empezamos a abordar el
tema. Aquí trataremos qué podemos esperar de la vacuna o vacunas una vez que se
identifiquen las que son seguras y eficaces y cuáles son algunos de desafíos
que se tendrán que sobrepasar para lograr controlar la pandemia en cada país y
a nivel global.
A
medida que continúa aumentando el número de casos de COVID-19 con 1,0644,283
fallecimientos a nivel global, Estados Unidos sigue encabezando la lista de
personas que han fallecido por esta enfermedad, a pesar de que el presidente,
si llega a hablar de la pandemia, lo hace como si ya hubiese pasado. Cuando en
marzo del 2020 el Dr. Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de Alergias
y Enfermedades Infecciosas (o NIAID por siglas en inglés), predijo que el
COVID-19 podría matar a 200.000 estadounidenses, los escépticos lo atacaron
diciendo que estaba infundiendo miedo. Pero ya han fallecido 217,208
estadounidenses. La red televisiva CNN compara la pérdida de vida causada por
esta infección hasta la fecha al equivalente de “109 huracanes Katrina” o al
ataque de septiembre 11 diariamente por 66 días. Y la University of Washington
predice que el número de muertos “se duplicará a 400,000 para fin de año a
medida que las escuelas y las universidades vuelven a abrir y comienza el clima
frío.
Y lo
que es increíble es que tanto el presidente como muchos de sus seguidores no
usan mascarillas, lo que los expertos en salud pública a nivel mundial han
comprobado, podría salvar decenas de miles de vidas.
La
semana pasada hablamos de cómo funcionan las vacunas. Ahora examinemos cómo nos
puede ayudar a controlar la pandemia y cuales son algunos de los retos para
lograrlo.
¿Es
la vacuna por si sola la solución inmediata?
De
acuerdo con los expertos, existe una expectativa que no es realista tanto de
algunos políticos como del público en general, de que una vez que tengamos la
vacuna la pandemia se va a terminar como por “arte de magia”. Y no es así. De
acuerdo con Yonatan Grad, profesor adjunto de enfermedades infecciosas e
inmunología en la Harvard T.H. Chan School of Public Health, “Me parece poco
probable que una vacuna sea como un switch de encendido y apagado o un botón de
reinicio que nos permita regresar a los tiempos previos a la pandemia”.
Según
él, cuando se declare que contamos con una vacuna que es segura y eficaz, es un
principio, no un final. El hacer llegar la vacuna a las personas no sólo en EE.
UU. sino en todo el mundo va a poner a prueba y a sobrecargar las redes de
distribución, de suministro, la confianza pública y la cooperación global. No
va a tomar meses, sino más bien un par de años el llegar a suficientes personas
para hacer que el mundo sea seguro.
Hay
que considerar que una vez que alguien recibe la vacuna, toma un par de semanas
para que forme anticuerpos y que algunas vacunas requieren una segunda dosis
para formar los anticuerpos necesarios para preparar al sistema inmunológico.
Además, quizá la vacuna no trabaje igual en todas las personas o la inmunidad
no dure mucho y se necesiten vacunas de refuerzo. O que muchos no quieran
ponerse la vacuna o no haya suficientes vacunas para todos. Esto significa que
muchas personas se seguirían enfermando después de que los científicos
declararan que la vacuna funciona para combatir el COVID-19. Y que muchas
personas estarían decepcionadas y se erosionaría aún más la confianza que se
tiene en las instituciones de salud pública.
Podemos
ver lo que sucedió con la epidemia de polio. El Dr. Jonas Salk descubrió la
vacuna con su nombre el 12 de abril de 1955. En aquel entonces la desconfianza
en la ciencia y en las instituciones era mucho menor a lo que es hoy. Las
personas tenían fe en la ciencia, los médicos y las instituciones y en que
mejoraría sus vidas. El porcentaje de niños afectados disminuyó 80%, seis años
después la vacuna contra la polio se podía dar por vía oral, pero la polio no
se eliminó en EEUU hasta 1979.
Como
dice Saad B. Omer, director del Yale Institute for Global Health, “Lo que
sucede cuando los políticos tienen prioridad por una vacuna….hay una proyección
de que son invencibles, y los otros que no se vacunan bajan la guardia. Eso ha
pasado con los exámenes contra el COVID-19 y el uso de máscaras. No es una
fantasía y no estamos preparados para eso”.
La
vacuna es una parte del éxito para regresar a “la normalidad pre-COVID-19” pero
tenemos que continuar utilizando el resto de las herramientas para lograr
nuestra meta:
Exámenes,
rastreo de contactos, cuarentena si alguien es positivo, uso de máscaras,
distanciamiento social y búsqueda de tratamientos.
La
Distribución de la Vacuna Contra el COVID-19 a nivel Mundial
En
general, hay un consenso casi universal de que esta vacuna debe de estar
disponible a un costo accesible para todos los países (ricos y pobres) y para
todas las personas, ya que es lo correcto moralmente y porque la economía
mundial depende de ello. Lo que también se sabe es que el desarrollo, la fabricación
y la distribución de la vacuna va a ser sumamente caro y posiblemente ponga en
desventaja a los países más pobres. El siguiente paso, una vez que los países
tengan la vacuna, será la distribución y determinar qué miembros de la sociedad
la reciben primero y asegurarse que las comunidades en desventaja, no la
reciban al final. Estos son problemas éticos importantes.
Para
ayudar con esto, se organizó COVAX (una colaboración para el acceso global de
las vacunas contra el COVID-19) encabezadas por la OMS, la Coalición para las
Innovaciones en Preparación Ante las Epidemias, y Gavi, la Alianza de Vacunas.
Al agrupar la demanda, proporciona a los países que han entrado en acuerdos
bilaterales con los fabricantes una póliza de seguros en forma de una cartera
más amplia de candidatos a vacunas. Al mismo tiempo, les da a los gobiernos que
carecen de acuerdos bilaterales (típicamente los países de ingresos bajos e
ingresos medios) un apoyo financiero proveniente de varias fuentes de donantes.
A
partir de principios de septiembre, más de 170 países habían firmado para
participar en estos esfuerzos. Estados Unidos no es uno de ellos ya que el
presidente decidió dejar de participar en la OMS. Los únicos otros dos países
que han decidido no unirse a los esfuerzos de las vacunas mencionados
anteriormente son China y Rusia, aunque son miembros de la OMS. Estos tres
países han decidido establecer sus planes individuales para sus vacunas.
Sin
embargo, como dice la doctora Ruth Faden PhD, MPH del John Hopkins Berman Institute
of Bioethics, en la salud pública, es evidente que “si hay brotes en cualquier
sitio, hay brotes en todas partes”.
¿Qué
es la inmunidad colectiva o inmunidad comunitaria?
En un
futuro lejano, quizá podríamos llegar a alcanzar la inmunidad comunitaria o
inmunidad colectiva. Esto ocurre cuando las tasas de vacunación en la comunidad
son muy altas (70% o más), lo que hace que la diseminación de la enfermedad de
persona a persona sea poco probable en esa comunidad, y toda la comunidad está
protegida, no sólo los que se vacunaron. Eso ayuda a los que no pueden recibir
la vacuna (como los recién nacidos y las personas con algunas enfermedades).
La
inmunidad comunitaria o inmunidad colectiva también se puede alcanzar cuando
suficientes personas en la comunidad se han recuperado de la enfermedad y han
formado anticuerpos contra la enfermedad. Pero, primero, parece haber casos en
donde la persona puede volver a tener la infección. Y, segundo, muchas personas
fallecen de COVID-19 y/o tienen efectos por la enfermedad a largo plazo. El que
se enfermen para formar anticuerpos no es una buena alternativa. De acuerdo con
los expertos, un ejemplo es Suecia, en donde han tratado de seguir este modelo
y han tenido más fallecimientos que si no lo hubiesen seguido. Otro es Estados
Unidos, en donde no hemos seguido las pautas de otros países desarrollados que
han tenido más precauciones con el uso de máscaras, distanciamiento social,
precauciones para abrir los negocios cuando la epidemia en ciertas
ciudades/estados es elevada, etc. y en donde hemos tenido muchas más muertes
que se podían haber prevenido y se estima que solo 20% de la población tiene
anticuerpos contra el virus.
En
conclusión, para que se logre la inmunidad comunitaria o inmunidad colectiva
inducida por la vacuna para evitar que los brotes se extiendan dentro de un
país, será necesario que un porcentaje bastante elevado de la población se
ponga la vacuna. Así que, aunque se llegue a estar en la posición de tener una
vacuna contra el COVID-19 que sea segura y eficiente, para que se tenga
suficiente cantidad para dársela a la población sin costo, va a ser necesario:
•
Primero, establecer la forma de convencer a todas las personas que califiquen
de que se inmunicen (una o dos veces, si es necesario). Va a ser necesario
tener una campaña de comunicación que tenga una estrategia coherente que sea
honesta, clara y responsable. Que supera barreras que no sólo son científicas,
sino sociales y psicológicas también. Desgraciadamente, la desinformación y la
mala información (en los medios sociales y otros) viaja más rápidamente que la
información correcta y este puede ser otro reto.
•
Después, es importante tener suficiente cantidad de vacunas y de poder
distribuirlas. Algunas vacunas podrían requerir refrigeración o congelación.
Otras no.
•
Además, se deberán considerar programas federales para asegurarse que las
personas de bajos ingresos con disparidades de acceso, personas de minorías
étnicas/raciales que frecuentemente reciben menos cuidados preventivos,
personas incapacitadas, y (cuando haya una vacuna para los niños), los niños en
esos grupos reciban las vacunas también. Los ejemplos de disparidades señalan
la necesidad de mantener esfuerzos continuos para asegurar la igualdad de
oportunidades.
Actualmente,
todavía no se han iniciado los estudios de vacunas contra el COVID-19 en los
niños.
Sólo
así podremos controlar la epidemia en un país. Y para controlar la pandemia de
COVID-19 a nivel mundial, estos programas y estos retos se deberá realizar y sobrepasar
en todos los países.
Esperemos
poder contar con una o varias vacunas contra el COVID-19 que sean seguras y
eficaces en un futuro cercano y que podamos superar los obstáculos mencionados
a nivel mundial.
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