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JUEVES 12 JULIO JULIO 2018
PUBLICADO
POR: DOCTORA ALIZA
¿Sabías
que con sólo entrar en tu propia casa puedes multiplicar las bacterias dentro
de ella y aumentar los riesgos para tu salud y la de tu familia? Pues así es, y
es conveniente que sepas como minimizar esos riesgos con unas cuantas medidas
sencillas.
A
Julia le encanta tener su casa siempre inmaculada y se desvive por eliminar el
polvo y la suciedad del suelo, especialmente ahora que su pequeñín ha comenzado
a gatear y a explorar así toda la casa. Julia hace bien en proporcionarle a su
pequeño un hogar aseado y ordenado, pero quizás se desmayaría del susto si
supiera en realidad cuantos microorganismos, tan diminutos que nuestros ojos no
pueden percibir, pululan en el suelo a pesar de sus esfuerzos.
Según
un estudio llevado a cabo por unos investigadores de la Universidad de Yale
(publicado online antes de su publicación en la revista Indoor Air), reporta
que el simple hecho de entrar en una habitación puede lanzar hasta 37 millones
de bacterias al aire cada hora. ¿De dónde vienen esas bacterias “voladoras”? En
su mayor parte de otras personas que entraron anteriormente y las depositaron
en el piso. Desde allí se mueven cuando entra otra persona, y se vuelven a
suspender en el aire esas bacterias. El polvo que se acumula en el piso es la
fuente principal de las bacterias que respiras.
Para
hacer el estudio, los investigadores analizaron las partículas biológicas de un
aula universitaria de la primera planta del edificio durante ocho días
seguidos, cuatro cuando el aula se ocupaba de forma regular y cuatro cuando
estaba vacía todo el tiempo. Las puertas y ventanas permanecieron cerradas
mientras duró el estudio.
Durante
los cuatro días en que el aula estuvo ocupada, se produjo un aumento
significativo en las concentraciones aéreas de bacterias y de hongos de
distintos tamaños. Cerca del 18% de las bacterias nuevas y las depositadas
antes provenían de las personas, no de las plantas ni de otras fuentes.
El
resultado de este estudio es una llamada de alerta para que todos protejamos la
calidad del aire que respiramos, sobre todo en los recintos cerrados y así
también protegeremos nuestra salud. Si tú, como la mayoría de las personas,
pasas gran parte de tu tiempo en tu casa, estás en peligro de contraer
distintas enfermedades infecciosas, si no tomas algunas medidas para mantener
un buen sistema de limpieza.
La
calidad del aire bajo techo.
La
contaminación del aire en los recintos cerrados puede contribuir al desarrollo
de infecciones, en especial de las vías respiratorias, así como de dolores de
cabeza, ojos secos, congestión nasal, náusea y fatiga. Afortunadamente, eso
puede cambiar. Hay maneras de mantener la calidad del aire interior,
controlando en tu casa en lo posible los principales contaminantes. Veamos a
continuación a los principales “culpables”:
Contaminantes
biológicos. Esto incluye moho, bacteria, polen, virus, caspa de animales y
desechos de cucarachas y otros insectos, que pueden causar infecciones,
provocar síntomas alérgicos y activar ataques de asma. Para controlar esos
contaminantes, debes lavar bien la ropa de cama, mantener a los animales
alejados de las áreas que frecuentan las personas alérgicas, y limpiar la casa
con cuidado. También es importante controlar la humedad, que promueve el
desarrollo de moho.
Humo
de cigarrillo de segunda mano. Es un gran contaminante del aire. Contiene
alrededor de 200 sustancias tóxicas, como formaldehído y monóxido de carbono, y
al menos unos 60 químicos que se consideran cancerígenos. Puede causar además,
sobre todo en los niños, neumonía, infecciones en la parte inferior del tracto
respiratorio e infecciones en los oídos. También puede contribuir al desarrollo
del asma y activar los ataques de asma o agravarlos.
Contaminantes
procedentes de la combustión. Vienen de fuentes como cocinas, estufas, hornos,
chimeneas, calentadores, calentadores de agua, etc., que usan gas, petróleo,
carbón, madera u otro combustible para funcionar. Los más peligrosos son los
que emiten gases sin color ni olor, como el monóxido de carbono y el dióxido de
nitrógeno. El primero interfiere con la llegada del oxígeno al cuerpo, lo que
produce fatiga, dolor de cabeza, confusión, náusea y mareo. En gran cantidad
puede producir la muerte. El dióxido de nitrógeno irrita las membranas mucosas
de los ojos, de la nariz y de la garganta, lo que provoca falta de aire y
promueve infecciones. Para controlar esos contaminantes, asegúrate de que un
experto instale y mantenga en buen estado todos los aparatos que se valen de la
combustión para funcionar, y úsalos del modo indicado.
Limpiadores
y otros productos caseros. Muchos productos que se usan a diario en las casas
emiten sustancias químicas que pueden ser dañinas. Entre ellos ciertos
limpiadores, insecticidas, pegamentos, pinturas y disolventes. Esas sustancias
pueden causar mareos, náuseas, reacciones alérgicas, irritación de los ojos, la
piel y las vías respiratorias y hasta pueden causar cáncer. Antes de usar
cualquier producto casero, lee los ingredientes que contiene para asegurarte de
que nadie en la casa es alérgico a alguno de ellos, y sigue al pie de la letra
las instrucciones del fabricante. Otra opción es utilizar productos menos
fuertes.
Y no
te olvides una regla importante: mantén una buena ventilación en tu casa para
que entre aire fresco, que es una de las cosas más importante para reducir los
contaminantes del aire interior, y toma las medidas necesarias si notas olor a
moho o crecimiento de moho en cualquier parte, condensación en las ventanas,
pintura que se descascara o humedad en los sótanos. Sella las aberturas en las
paredes, guarda la comida en envases sellados para evitar que se eche a perder
la comida y se desarrollen bacterias e implanta en tu casa una política de “no
fumar”. Ya ves que con un poco de atención y de esfuerzo de tu parte, puedes
reducir los niveles de contaminación y hacer más fresco y sano el aire que se
respira dentro de tu casa.
Imágen
© iStockphoto.com / Jan Tyler